Que hablemos de disciplina doméstica no significa que todo en nuestra vida sea disciplina. Todos nos acercamos al mundo del spanking con alguna fantasía y al final podemos o no incorporarla a cuestiones de la vida cotidiana para resolver algunas cuestiones. Puede suceder que lo necesitemos realmente y en ese caso va más allá de cualquier lógica. En general se prefiere que el spanker permanezca más serio y la spankee se arrepienta un poco de algo. Pero la verdad es que la realidad tiene muchas formas y a veces el motivo no es más que un juego.Viernes a la tarde, estábamos sentados con Patricio en nuestro “estudio”, cada uno enfocado en su computadora. Pero muy contentos los dos porque llegó el fin de semana e íbamos a tener mucho más tiempo para estar juntos.
Andábamos con ganas de abrazarnos y dos por tres pasábamos, nos tocábamos, hacíamos algún chiste y volvíamos a empezar. Un rato después me sentó sobre sus rodillas, me besó y lo besé. Definitivamente faltaba algo, pero todavía no era tiempo. Miramos una película por tv (en general no miramos nada) y el tiempo siguió pasando... No sé qué pensaba él y tampoco sabía qué hacer para provocarlo. Pero el ambiente era de una felicidad tal que daba lástima arruinarlo. De pronto me pareció que me ignoraba así que me acerqué y lo abracé. “Ya es la hora de la cena” (casi) me recordó y preguntó “qué vas a cocinar”. Ejem. “No sé si voy a cocinar...” empecé. Sonó más a chiste que otra cosa, (“voy a tener que mejorar esto” pensé). Pero eso fue todo lo que necesitaba, me rodeó con sus brazos no dejándome ir. Deslizó la mano dentro de mi pantalón, me susurró al oído un “ah sí...?”. Era demasiado, la temperatura empezó a subir. Me mordió la boca y le dije que por supuesto podía pedir comida por teléfono si lo deseaba. Fue absolutamente innecesario (Jajaja) pero tenía ganas de provocarlo y no me iba a andar privando de nada. Ya estaba el juego en marcha, me bajó los pantalones y me dio un par de chirlos. “Me parece que tenemos que arreglar esto”. Me llevó al dormitorio, se sentó en la cama y de pronto estaba sobre sus rodillas. Yo pensé, tengo que pensar, aprovechar este momento, recordar cada detalle.. No es como cuando tenés que enfocarte en (como dice mi amiga) “entrar en razón”. Y aquí quiero hacer una salvedad, cuando es real ES REAL. No importa lo que le parezca a fulano o mengano. Sabemos jugar también.
Se tomó su tiempo, me acarició la cola y de pronto descargó unas cuantas nalgadas. Diez, veinte... no sé, no muy fuertes, a lo Spencer. Sostenidas, de esas que después de unas cuantas empiezan a arder.. Entonces empecé a usar las expresiones que uso generalmente (inconscientemente) tipo “auuu” o “auchh” y a Pato le produjeron una alegría súbita porque se rió de mi manera de gritar. Correcto, su risa era contagiosa. Reírse mientras te dan unos chirlos... reirse es casi como llorar, es tal la adrenalina que los chirlos hace que uno empiece a reirse y no pare más. Es hasta graciosa la situación porque entonces él empieza a jugar y a dar una tanda de chirlos sostenidos en el mismo lugar y vos que te estabas riendo pegás un grito y encontrás la manera de taparte con la mano. Ahí él se rió más, me estaba probando. Ensayó todos los chirlos imaginables, me acarició las nalgas, la cintura, bajó con la mano y dibuó el contorno de mis caderas. Me levantó un minuto, nos besamos.. le digo cuánto lo amo y me vuelve a poner sobre las rodillas. Esto todavía no terminó. Siento su excitación contra mi cuerpo y su mano que se desliza entre mis piernas. Me parece que quiero que dure para siempre pero después de un minuto la cola me arde demasiado y estoy a punto de capitular.. ¿Qué era lo que tenía que aceptar? No lo recuerdo. Pero siempre que una respuesta tarda demasiado decide que hay que continuar, y eso me excita demasiado, pero ya veo mi límite. Un rato más tarde iba a notarlo al sentarme. Tantos chirlos con la mano (cien, doscientos, no puedo contar) y no necesitaba más. O lo que necesitaba era otra cosa, y mi chico también. Y a esa altura lo que menos importaba era la cena.
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