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Viernes a la noche

Lo que sigue es el relato de lo que sucedió el viernes a la noche (o mejor dicho el sábado a las 3 de la mañana). Sé que hay mucho de eso que no se puede reponer en un relato, pero fue fantástico, nuestro y con nuestras palabras. Patricio está por entrar por definición en el "Manual del perfecto spaker".
Pasamos varios días juntos porque él había faltado al trabajo debido a un dolor de garganta y una conjuntivitis (que para el viernes yo intuí ya estaba curada). Ok, tal vez no, pero durante los días anteriores yo había acumulado mucha tensión y un poco me había cansado de portarme bien. Cualquier cosa que fuera no lo hice conscientemente, aunque llegado un momento ya nos conocemos bien y sospechamos por qué actuamos de tal o cual manera.
Así fue que nos acostamos juntos y nos dedicamos a hablar abrazados en la cama hasta que a Pato se le ocurrió que siendo las 3am debíamos apagar la luz y dormirnos. Esto ya me había pasado tantas veces que fue casi previsible: me enojé, me enojé de mala manera.. es que yo no quería (no podía) dormir. Entonces él comenzó a decirme cómo ya habíamos acordado que a esa hora no podíamos ponernos a hacer nada y plantear tanto acuerdo me enojó aún más.
Apeló a su argumento maestro que es que yo tengo las mismas resistencias a la mañana. Está bien, puede ser.. pero acaso yo puedo manejar lo que me pasa o lo que siento? Llegado un punto de la discusión, con algunos tonos más altos decidí darme vuelta y hacer fuerza para dormirme. Ahora ni aunque quisiera haría absolutamente nada. Reconozco que se me fue la mano (para variar en esas circunstancias) con los insultos de rigor.
Llegado este punto él estaba más enojado que yo y me reclamó que en lugar de hablar me diera vuelta, que siempre quisiera las cosas YA y no pudiera esperar nada, etc. etc. Como yo pretendía no escucharlo saltó de la cama y abandonó el dormitorio.
Está bien, pensé. No querías quedarte conmigo y ahora seguramente te vas a la computadora.. ok. No me importa nada, voy a mantener el silencio para siempre.
Al rato volvió a entrar, y pude ver que traía algo en el bolsillo. Pregunté qué era pero no me respondió.
En cambio me sacó de la cama de un brazo y con un tono más elevado que de costumbre me enumeró las desventajas de hacer determinadas cosas a esas horas. "A vos no te preocupaba que los vecinos escuchen? Bien, ahora tengo que darte una paliza a las 3 de la mañana.. no te preocupa?" Yo balbuceé que sí, que me preocupa que escuchen.. pero que no me doy cuenta. Como la explicación no era muy satisfactoria vuelve a tomar mi brazo y ahí sucede un clásico: Le digo que bueno, que está bien, que me perdone y dejamos todo así.
:) Tiene sentido? No sé, pero sucede siempre y me han dicho que le sucede a todo el mundo. Primero harías cualquier cosa para ganar su atención, acto seguido, cuando los azotes son inevitables, te retractás. Me pregunto qué pasa si en ese momento el spanker dice, bueno, está bien, olvidémoslo. Y supongo que seguramente el jueguito empieza de nuevo porque no es una propuesta real del spankee sino más bien un reflejo.
Obviamente no me escuchó, y sobre la cama me dio unos cuantos chirlos con la mano. Muchos, no recuerdo cuántos pero ya me parecía que podía terminar cuando siento un objeto diferente, que nunca antes había sentido impactar contra mi cola. Adiviné inmediatamente.. era una de las cucharas de madera.
La madera de por sí tiene determinadas caracterísiticas (digo los elementos de madera como las paddles o los cepillos) pero la cuchara además si es larga tiene un efecto diferente. Al principio es difícil de tolerar por su impacto local (y no en una área grande de la cola) pero después (como pasa con todo) se hace más tolerable. Hasta que la cola está demasiado colorada y no se aguanta más.
Al ratito empecé a sentir lo desubicado del hecho de sacarlo a Patricio de la cama a esa hora y sospechando que estaba enojado conmigo (por la fuerza de los cucharazos) comencé a llorar. Pero él ya había decidido terminar si bien me hizo un chiste acerca de aquello si no conviene empezar de nuevo así la mujer puede llorar con ganas. Yo trataba de secarme las lágrimas y ni se me ocurrió hacer ningún movimiento en falso para probar semejante cosa.
Entonces me abrazó y me dijo que me amaba y que no estaba enojado, que nunca podría enojarse conmigo. Y tuvimos sexo (nunca doy detalles de eso pero fue muy intenso). Tanto que al llegar al orgasmo casi empiezo a llorar de nuevo.. no sé si a alguien le sucede esto, a mi me ha sucedido varias veces. Y la descarga es... impresionante. Pero al estar tan relajada se siente muchísimo el ardor en la cola. Igualmente nos dormimos abrazados.. y el sábado tuve uno de los mejores humores que recuerdo últimamente.

Comentarios

Anónimo dijo…
Me encantan tus historias.
Unknown dijo…
Que lastima que no escribis mas! Me gusta como escribis.

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