Una relación de este tipo no es una relación de igualdad. Y eso es algo difícil de sostener para ambos lados. Desde hace un tiempo hemos mejorado sensiblemente la comunicación natural de las cosas y la confianza en este punto es fundamental. En nuestro caso sólo no se necesitan palabras de seguridad, sino que los motivos si son lo suficientemente reales no necesitan ser válidos para las dos partes mientras los sean para una de ellas, por supuesto para mi marido.
La cuestión es complicada puesto que siempre que yo creo que no son válidos termino creando motivos peores de los que hubiera imaginado en la más loca fantasía. Esto es debido a que (al menos en mi caso) la sumisión no es natural y espontánea sino que necesita de un proceso.
Todo comienza con un gesto de él, una insinuación de algo que puede ser un motivo. Si yo no estoy de humor (momentos vainillas que tiene todo el mundo) y digamos, me estuve portando bien, no entenderé que esa insinuación me toca en absoluto. Ahora si ante esa mínima y sutil (y digamos.. err quizá, motivada) insinuación reaccionamos insultando o de alguna otra manera entonces estamos ante una manera clara de "pedir" que las cosas se ajusten un poco.
Después de algunos días y ciertos roces normales de cualquier relación Patricio sintió que ese era su límite y resolvimos las cosas (yo sobre las rodillas de él) para terminar teniendo sexo, intenso.. Al final nos relajamos sintiendo qué bueno es cuando cambia un poco el ambiente, nos bañamos juntos y nos dedicamos a terminar el fin de semana de la manera más plácida posible. Sin embargo algo no terminaba de cerrarme.. enfrentémoslo, mi problema número uno es que a veces necesito demasiada atención. En esos ratos me atormenta la espina de molestarlo, y lo hacía a pesar que todavía tenía alguna dificultad para sentarme cómodamente. Como no me respondió me senté muy seria a observarlo y cuando se dio cuenta (es un amor) se acercó para abrazarme y besarme pero como yo estaba con ese humor se lo impedí, una vez, dos veces. Así que me tomó del brazo y me dijo: "entonces andá ya mismo a lavar los platos.."
Ok. Lo reconozco, los platos otra vez. Pero no sólo los platos, lavar la ropa también es mi karma.. y si no, será limpiar el piso de la cocina. Es decir, yo no tengo problema para lavar los platos (creo) excepto que sienta ese mandato excesivo: "andá a lavarlos". Ahí algo me provoca rebelarme y más que lavarlos quisiera tirarlos o romperlos. O que los lave él. Está bien que eran las seis de la tarde y ya hacía varias horas que los platos gravitaban sucios en la pileta pero igualmente pensaba resistirme de manera explícita a aceptar el hecho.
"No los pienso lavar"..
Aparentemente esperaba la respuesta. No sé si es que estoy muy predecible o que cada vez me lee mejor. En un segundo me tomó del brazo izquierdo, me volvió hacia la pared y me bajó los pantalones. Vivimos en un departamento y realmente la cocina no es el mejor lugar para estas cosas puesto que podrían escucharnos. Después de rogar que no lo hiciera, que nos iban a escuchar me llevó al dormitorio y de la misma manera (sujetándome con su brazo izquierdo) me descargó varios chirlos sin piedad en la cola que ya tenía colorada lo que me arrancó algunos alaridos. Se detuvo y me preguntó:
"¿Vas a ir a lavar los platos?"
Increíblemente en lugar de responder me reí. Error. Me sostuvo con más fuerza y descargó varias veinteneas de golpes en mis nalgas. Awwww.. basta!! Hasta que volvió a preguntar:
"¿Vas a ir a lavar los platos ahora?"
La respuesta se me escapó sin pensarla:
"¡No!"
Entonces se sentó en la cama, me puso sobre las rodillas y supe que ahora tendría problemas serios. En otra ocasión esto sería el comienzo, pero yo ya sentía un ardor intenso desde antes de empezar así que después de un rato no pude evitar taparme desesperadamente con las manos. Cuando yo ya comenzaba a sollozar se detuvo y me puso de pie para hacerme la pregunta nuevamente. Mientras tanto yo con las dos manos trataba de cubrirme lo más posible. Medí el tiempo, no podía responder.. Él me miraba a los ojos y adivinó mi intención por lo que tomó mi brazo nuevamente. Yo forcejeé para zafarme y grité:
"¡Sí! ¡Soltame! ¡Voy a ir!" Nuevo error, mala manera y vuelta sobre las rodillas (...) Cuando me soltó no sólo contesté amablemente sino que sin escalas me dirigí a la cocina para limpiar el desastre. Como se ve, esta disciplina funciona, sobre todo cuando se trata de algo que (a veces inconscientemente) uno está buscando. Otra cosa es que realmente queremos probar los límites todo el tiempo. Por supuesto, además de mejorar la relación, este tipo de disciplina tiene otras consecuencias. Afortunadamente lavar los platos es algo que hacemos de pie. ;)
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