Estuves unos días ausente y ocupada. Ya tenemos fecha para la mudanza y hay esa sensación de que se vienen ciertos cambios generales más alla de la vivienda. En estos días Patricio me castigó dos veces y ambas por el mismo motivo, como se imaginarán, mi mala concepción de los límites horarios.
La primera vez me puso sobre las rodillas un rato largo mientras me retó permanentemente y me recordó que ya está cansado de volver una y otra vez sobre el tema. Acto seguido me tomó de un brazo y me hizo arrodillar sobre la cama. En un momento de anticipación tuve miedo y mi sensibilidad no estaba nada equivocada ya que fue a buscar la cane.
Como saben hace unos cuantos días tuve mi primer encuentro serio con ese instrumento y volver a verlo me aterrorizó de tal forma que instintivamente comenzé a rogarle que use otra cosa, cualquier cosa. En ese momento un cinturón no me hubiera importado. Me dijo que ya estaba cansado de repetir una y otra vez el mismo asunto, que no iba a ser tan severo pero si seguía discutiendo iba a aumentar el número de golpes.
"¿Cuántos golpes?" (Mi pregunta obvia).
"Diez" (su respuesta).
"Noooo.. ¿Qué número es ese? Seis es un número para empezar!" (mi resistencia)
"Once" (su nueva respuesta).
Y como tampoco como vidrio me puse en posición. Es increíble lo difícil que es volver a poner la cola después de una sesión real con la cane. Todo el cuerpo se sensibiliza, hasta el ruido que hace al cortar el aire te destroza los nervios. Patricio tuvo la extrema delicadeza de hacer la sesión bastante light (debo reconocerlo) pero yo estaba tan asustada que ni siquiera pude concentrarme y contar los diez golpes. En un momento se detuvo y preguntó cuántos iban. Como no tenía la menor idea y no quería que me acuse de agregar número dije "cuatro" lo que provocó sus carcajadas.
"¿Por queeee? ¿Cuántos van?" (Pregunté)
"Cuatro" (Respondió)
"Van cinco no?" (Con evidente frustración)
"No.. cuatro" (Mientras se reía cada vez más)
No me quedó otra que recibir otro más, doce en total.
Después de ese castigo hice una promesa: no sé si pueda irme a dormir antes de las 2am el resto de mi vida pero sí o sí mi vida virtual (específicamente el chat) terminaría antes de las 2. Me tomó la palabra.
Como algunos saben porque estuvieron en el chat repitiendo el cliché: ¿qué hora es María? ¿No tenías que irte a dormir a las dos? bla bla, un día de estos no cumplí la promesa... y realmente no estoy muy orgullosa de mi misma que digamos. De todas maneras creo que un tropezón lo tiene cualquiera por lo que voy a intentar seguir con esa propuesta (No chat después de las 2am)
El domingo Patricio me dijo que no podía ser que le desobedezca de esa forma y encima no cumpla una promesa. "Me lo prometiste, ahora qué me vas a decir?" Nada, no puedo decir nada. Que tenés razón tal vez. Pero fue un desliz, un sábado, un momento que no pertenece a la generalidad de los momentos o a la estabilidad de la rutina y que de ahora en más voy a cumplir. Obviamente no tragó nada de todo eso. Me inclinó sobre la mesa y me dio varios chirlos sobre el pantalón. Luego me tomó del brazo, me llevó hasta el dormitorio y me puso contra la pared con la orden "sacate el pantalón"... "y la bombacha"
Quedé sólo con las medias y una camiseta blanca. Me volvió contra la pared y presionando mi espalda con una mano me castigó con la otra mano con una fuerza tal que comencé a sollozar y a moverme. Argumenté que con el resfrío que tengo no podía más, que me sentía mal, eventualmente perdió toda las ganas que tenía, me miró con la peor expresión imaginable, me dejó en el dormitorio y se fue. La cola me ardía bastante pero si hay que no puedo manejar es que me abandone así. Sé que mi resistencia tomó ribetes antiéticos pero ¿acaso no es instinto de supervivencia?
Llegué al comedor, le pedí disculpas y le dije que por favor continuara. Después de todo tenía razón. Me dijo que no es un robot, que ya había perdido el interés. Entonces observada por mi yo subversivo que no lo podía creer tuve un gesto de sumisión (recuerden que sólo tenía medias y camiseta) y me incliné sobre la mesa dejando la cola totalmente expuesta. Patricio sonrió.. al menos dio resultado porque se divirtió. Se acercó, para besarme y vio que yo tenía los ojos totalmente apretados pensando que en cuaquier momento se venía una con todo. Me dio una buena sesión de azotes con la mano y finalmente me penetró sobre la mesa.
La primera vez me puso sobre las rodillas un rato largo mientras me retó permanentemente y me recordó que ya está cansado de volver una y otra vez sobre el tema. Acto seguido me tomó de un brazo y me hizo arrodillar sobre la cama. En un momento de anticipación tuve miedo y mi sensibilidad no estaba nada equivocada ya que fue a buscar la cane.
Como saben hace unos cuantos días tuve mi primer encuentro serio con ese instrumento y volver a verlo me aterrorizó de tal forma que instintivamente comenzé a rogarle que use otra cosa, cualquier cosa. En ese momento un cinturón no me hubiera importado. Me dijo que ya estaba cansado de repetir una y otra vez el mismo asunto, que no iba a ser tan severo pero si seguía discutiendo iba a aumentar el número de golpes.
"¿Cuántos golpes?" (Mi pregunta obvia).
"Diez" (su respuesta).
"Noooo.. ¿Qué número es ese? Seis es un número para empezar!" (mi resistencia)
"Once" (su nueva respuesta).
Y como tampoco como vidrio me puse en posición. Es increíble lo difícil que es volver a poner la cola después de una sesión real con la cane. Todo el cuerpo se sensibiliza, hasta el ruido que hace al cortar el aire te destroza los nervios. Patricio tuvo la extrema delicadeza de hacer la sesión bastante light (debo reconocerlo) pero yo estaba tan asustada que ni siquiera pude concentrarme y contar los diez golpes. En un momento se detuvo y preguntó cuántos iban. Como no tenía la menor idea y no quería que me acuse de agregar número dije "cuatro" lo que provocó sus carcajadas.
"¿Por queeee? ¿Cuántos van?" (Pregunté)
"Cuatro" (Respondió)
"Van cinco no?" (Con evidente frustración)
"No.. cuatro" (Mientras se reía cada vez más)
No me quedó otra que recibir otro más, doce en total.
Después de ese castigo hice una promesa: no sé si pueda irme a dormir antes de las 2am el resto de mi vida pero sí o sí mi vida virtual (específicamente el chat) terminaría antes de las 2. Me tomó la palabra.
Como algunos saben porque estuvieron en el chat repitiendo el cliché: ¿qué hora es María? ¿No tenías que irte a dormir a las dos? bla bla, un día de estos no cumplí la promesa... y realmente no estoy muy orgullosa de mi misma que digamos. De todas maneras creo que un tropezón lo tiene cualquiera por lo que voy a intentar seguir con esa propuesta (No chat después de las 2am)
El domingo Patricio me dijo que no podía ser que le desobedezca de esa forma y encima no cumpla una promesa. "Me lo prometiste, ahora qué me vas a decir?" Nada, no puedo decir nada. Que tenés razón tal vez. Pero fue un desliz, un sábado, un momento que no pertenece a la generalidad de los momentos o a la estabilidad de la rutina y que de ahora en más voy a cumplir. Obviamente no tragó nada de todo eso. Me inclinó sobre la mesa y me dio varios chirlos sobre el pantalón. Luego me tomó del brazo, me llevó hasta el dormitorio y me puso contra la pared con la orden "sacate el pantalón"... "y la bombacha"
Quedé sólo con las medias y una camiseta blanca. Me volvió contra la pared y presionando mi espalda con una mano me castigó con la otra mano con una fuerza tal que comencé a sollozar y a moverme. Argumenté que con el resfrío que tengo no podía más, que me sentía mal, eventualmente perdió toda las ganas que tenía, me miró con la peor expresión imaginable, me dejó en el dormitorio y se fue. La cola me ardía bastante pero si hay que no puedo manejar es que me abandone así. Sé que mi resistencia tomó ribetes antiéticos pero ¿acaso no es instinto de supervivencia?
Llegué al comedor, le pedí disculpas y le dije que por favor continuara. Después de todo tenía razón. Me dijo que no es un robot, que ya había perdido el interés. Entonces observada por mi yo subversivo que no lo podía creer tuve un gesto de sumisión (recuerden que sólo tenía medias y camiseta) y me incliné sobre la mesa dejando la cola totalmente expuesta. Patricio sonrió.. al menos dio resultado porque se divirtió. Se acercó, para besarme y vio que yo tenía los ojos totalmente apretados pensando que en cuaquier momento se venía una con todo. Me dio una buena sesión de azotes con la mano y finalmente me penetró sobre la mesa.
Comentarios
lo bueno es que lo hayas podido cumplir,con resfrio y todo
besito
Muchas veces estamos tan concentrados en nuestras propias expectativas que (yo al menos) que todo se transforma en una gran resistencia.
Te agradezco el comentario.. :) y te mando un beso grande.
María