
El amor... no es para entrar en detalles. Cierta creatividad emocionante a veces, música y sol de la primavera que entraba por las ventanas. A diferencia de hoy lunes que está diluviando. (Aunque la lluvia para estas cosas es mejor todavía.)
El spanking... El humor y el deseo de provocar (¿de dónde me sale esto ahora?) La advertencia de Patricio de no molestar inclinándome sobre la mesa y dándome unos diez chirlos fuertes. "Auchh.. noooo!" y agrega: "La cane está demasiado a mano, así que tené cuidado!". Qué aburrimiento...
¿Cómo funciona todo esto? A pesar de todas las teorizaciones lo ignoro. Sé cómo se dan los hechos una vez planteado el escenario. No sé qué pasa por adentro, cómo es que a veces nos tiramos como kamikazes hacia el irremediable deseo. Lo queremos y odiamos al mismo tiempo.
El humor no cambia ni la felicidad en el ambiente y sigo tentando la suerte. ¿Cómo reaccionará hoy si aprieto tal botón? Ya tenía la advertencia así que no había poco riesgo en juego, pero tampoco había un motivo real tan terrible. Sin embargo las reglas son reglas y sostener un comportamiento después de una advertencia es un claro desafío y muestra de no tener la más mínima intención de cumplirlas.
Minutos después por mantener determinada actitud, movimiento brusco, Patricio se pone de pie y me toma del brazo. Una jugada sucia de mi parte: le digo que todavía creo que tengo el período o como sea me siento rara. Advertencia número dos: "Entonces deberías portarte bien. La próxima vez, no interesa lo que tengas, voy a buscar la vara... "
Ok. Mensaje recibido. Me dedico a observarlo a Patricio, que se acerca a la computadora, los siguientes cinco minutos (tal vez tres minutos, quién sabe) y una electricidad me corre por el cuerpo. Acto seguido nueva provocación (no fui yo, sino algo más fuerte que yo) se pone de pie, me toma del brazo derecho y me inclina sobre la silla. "Más vale que no te muevas" y al mismo tiempo me dio unos cuantos chirlos con la mano. Segundos más tarde volvía del dormitorio con el objeto mítico en la mano. De las varas eligió la más chica (la más corta y de menor diámetro) pero que es además la más derecha y perfecta. (Ya la probamos dos veces y puedo decir exactamente cómo se siente, pero volvamos a la primera).
Mi voz interior (de autopreservación, que muchas veces me abandona) me había susurrado que permaneciera en posición. Me baja los shorts y la bombacha, al menos no tuve que hacerlo yo. "¿Así que tenías ganas de probar la vara?" La frase no fue muy agradable de escuchar en esa posición... La verdad es que no tenía ganas de probarla. ¿Cómo terminé así? Ya lo dije forma parte de las muchas cosas que ignoro.
Acto seguido me promete que cada vez que suelte la silla, me mueva o abandone la posición va a agregar un golpe. Bueno pienso yo.. vas a agregar uno a qué cantidad? y le digo. La imaciencia me juega siempre en contra y el espíritu negociador me traiciona. Se sabe que negociar en una posición tan vulnerable no es bueno y automáticamente me pongo de pie. Patricio se cruza de brazos, me observa muy seriamente y me invita a volver a asumir la posición agregando que ahora sumaría uno más. ¿¿¿Uno más de cuántos??? Me estoy desesperando... ese instrumento me produce un terror irracional. Me tiene bastante piedad (es la primera vez) por lo que dice: te iba a dar tres, ahora son cuatro (razonable para empezar).
Sentí una especie de alivio al mismo tiempo que la cane acariciaba mis nalgas desnudas con suaves golpecitos (lo que es bastante intimidante). Pienso que puedo tolerar cuatro golpes. Y cae el primero, atraviesa el aire con ese sonido inconfundible, y con toda la fuerza concentrada en los 6mm de impacto marca las nalgas con una línea blanca, rosada que luego será de un color más intenso. Manejo bastante bien recibir los tres primeros (algún grito se me escapa, es totalmente inevitable) y continúo inclinada hacia adelante con el respaldo en el estómago sosteniéndome del asiento. Me concentro en la visión de mis piernas desnudas a través de la silla, me parecen perfectas.. la posición es perfecta. Ojalá pudiera observar todo desde afuera de la escena (y otra persona en mi lugar). Todo sucede muy lentamente y todavía falta ese uno más, que fue agregado.
El efecto del golpe de la vara (que no es terriblemente intolerable amigos) es de un ardor intenso y provoca más que ningún otro soltarse y frotarse las nalgas. Sin embargo faltaba sólo un golpe, uno que iba a ser memorable... ya se sabe cómo son estos juegos. Así que esperé con los dientes apretados y (cómo lo había previsto) sentí me me cortaba la piel sobre todo del lado derecho, que es donde la punta de la cane golpea. Listo... Hubiera saltado de la silla (pero no en vano tengo alguna mínima experiencia) Pregunto: "¿Puedo pararme?"
"No".
Yo sé, porque lo conozco bien, que Patricio es incapaz de dar un golpe a traición. Es decir, si no estamos contanto es seguro que en esa posición corro todos los riesgos de que me pasen muchísimas cosas, pero en este caso habían sido cuatro. Sin embargo estar en esa posición de extrema vulnerabilidad, con ganas de frotarme la cola y siendo la persona impaciente que soy... Me volví a levantar. Estaba pasando demasiado tiempo.. ¿cómo puede ser que él me conozca tanto..?
"Uno más por levantarte"
"Noooooo.. no es justo!! Ya habíamos terminado!" (mientras me froto la cola)
Pero no es saludable empeorar lo empeorado (agregar a lo agregado) así que tuve que inclinarme sobre la silla, recibir ese golpe aún más fuerte, swishhhhhhh... stackkkk. El grito se debe haber escuchado en buena parte del edificio... Eso es un golpe de vara. Y un segundo después: "Podés levantarte, pero mejor empezá a portarte bien porque la próxima empezamos con seis."
Comentarios
Un beso.
María