Nos conocemos desde hace bastante y ya Patricio me había puesto sobre sus rodillas numerosas veces. Cada vez que nos encontrábamos y tenía algún motivo, es decir siempre, puesto que la distancia nos impedía encontrarnos con la frecuencia que hubiéramos deseado. Alguna de esas palizas fueron memorables, pero había algo que faltaba en la escena.. cierta naturalidad que surge de compartir la vida cotidiana. Si bien Patricio tenía sus motivos (o él creía que los tenía :p) las consecuencias se desarrollaban desafortunadamente en otros momentos distintos de las causas. Todo cambió cuando nos mudamos hace más de dos años a este departamento de la ciudad de Buenos Aires (desde donde escribo este blog).
Vivir juntos fue lo mejor que me pasó en la vida. Y somos felices y no podemos estar un minuto el uno sin el otro. Claro que ahora tengo que andar con más cuidado pues las causas coinciden temporalmente con las consecuencias.
Para jugar este juego no puede haber dos inseguros. Afortunadamente él sabe exactamente quién es y que lo amo más que nada en el mundo. Además sabe que tiene razón.. y cree que es perfecto. :p En fin, todo no se puede.
Vivir juntos fue lo mejor que me pasó en la vida. Y somos felices y no podemos estar un minuto el uno sin el otro. Claro que ahora tengo que andar con más cuidado pues las causas coinciden temporalmente con las consecuencias.
Aunque ya sabíamos todo lo que teníamos que saber, aún no habíamos probado la convivencia dentro de este modo de vida que es la disciplina doméstica. Y si a eso le sumamos vivir en una nueva casa, una nueva ciudad.. no sé, en mi caso fue bastante abrumador. Cuando por aquellos días me fallaba la expresión más racional (digamos "hablar de lo que nos pasa") me encontraba en ese territorio confuso en el que entramos algunas mujeres cuando no queremos someternos a la realidad pero queremos que la realidad nos someta. La verdad, uno no sabe lo que quiere.. simplemente está de mal humor. Lo ves a él, a tu hombre, y es evidente que él está pensando en otra cosa. Cualquier otra cosa, seguramente una pavada. Hacés algunos comentarios mordaces pero él no se da por aludido, te pregunta amablemente si necesitás algo y sigue ocupado en lo mismo. Entonces, como lo último que harías en la vida es decirle qué te pasa una de las cosas que podés hacer es meterte en la cama (aunque sean las seis de la tarde) y taparte hasta la cabeza. Eso es nada más para llamar su atención. Err.. pensemos, dos horas después? él aparece como si no hubiera notado tu ausencia.Alguna vez creo que nos pasó algo así ;) no recuerdo. En esos momentos, e incluso ahora mismo, siento que soy una de las mujeres más afortunadas del mundo por tener este hombre al lado mío que entiende qué es exactamente lo que necesito. Que puedo llegar a hacerle o decirle cosas horribles, y no significa que realmente sienta todo eso. Simplemente a veces no puedo controlarme a mi misma.
-¿Qué te pasa?- de la manera más cariñosa posible.
Sin respuesta.
Él empieza a preocuparse.. Dentro de su racionalidad excesiva no se le ocurre qué puede estar pasando.
Nota: estamos en los primeros días de convivencia. Un año después ya sabrá de qué se trata casi antes que las cosas sucedan.
-¿Te sentís mal?
Sin respuesta. Él intenta correr las sábanas: forcejeo. Ella aprovecha para descargar algo de la energía en el ejercicio. En este momento lo último que quiere es interactuar con él. Lamenta haber tratado de llamar su atención. Quiere sacarse las manos de encima, pero no puede.
-¡Yo sé lo que te pasa!- de pronto él parece descubrir la trama y en ese momento (instante) ella descubre que ya no puede volver atrás y, por lo tanto, tratará de hacer todo lo posible para evitar lo inevitable, y para eso dirá cosas inapropiadas y con eso empeorará las cosas, tal es la naturaleza contradictoria del asunto. Si va a hacerlo que al menos tenga un motivo. Entonces él la deja ir y ella entiende que ya nada dependerá de lo que ella quiera. De ahora en adelante él tendrá el control de las cosas.
Ella está enojada y se resistirá, sin embargo nunca (NUNCA) haría nada que pudiera poner en riesgo la relación que tienen. Pondrá a prueba los límites, y la estoicidad de su pareja. Pero luego se someterá y terminará sobre sus rodillas (o en cualquier otra posición) probablemente hasta tener lágrimas en los ojos. Cuando todo pase él la abrazará y ella sentirá (además de del ardor y el dolor intenso en las nalgas) un amor y un alivio inmensos.
Para jugar este juego no puede haber dos inseguros. Afortunadamente él sabe exactamente quién es y que lo amo más que nada en el mundo. Además sabe que tiene razón.. y cree que es perfecto. :p En fin, todo no se puede.
Comentarios
Un beso desde Chile.
María